Un referente de la izquierda y la austeridad
Mujica fue un símbolo de la izquierda latinoamericana y un referente mundial por su estilo de vida austero y su compromiso social. Militante del Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros, pasó más de una década encarcelado bajo condiciones infrahumanas durante la dictadura militar en Uruguay, muchos de esos años en aislamiento total. La amnistía de 1985 le permitió integrarse a la política democrática, iniciando un camino que lo llevaría a la Presidencia de Uruguay entre 2010 y 2015 como representante del Frente Amplio.
Durante su mandato, impulsó políticas progresistas que marcaron un antes y un después en la región, destacándose la regulación del mercado de marihuana, el matrimonio igualitario y el acogimiento de refugiados sirios. Además, su gobierno se caracterizó por un discurso de sentido común progresista, que incluso fue reconocido y respetado por adversarios políticos.
Un estilo de vida coherente
Fiel a sus principios, Mujica vivió siempre en su chacra del Rincón del Cerro junto a su esposa, Lucía Topolansky. Rechazó mudarse a la residencia presidencial y donaba la mayor parte de su salario a causas sociales, lo que le valió el apodo de “el presidente más pobre del mundo”. Su estilo de vida y su coherencia ideológica lo convirtieron en un referente global del anticonsumo y la austeridad.
En 2020, decidió retirarse de la política activa y renunció a su banca en el Senado. “En mi jardín hace décadas que no cultivo el odio. El odio nos destruye”, expresó entonces, en uno de sus últimos discursos públicos. En abril de 2024, Mujica reveló que padecía un tumor en el esófago y que no se sometería a tratamientos invasivos. “Esta vez me parece que la parca viene con guadaña”, ironizó con su característico estilo.
El legado de un hombre común
Mujica deja un legado imborrable en la política uruguaya y latinoamericana. Su figura, marcada por la rebeldía revolucionaria y la moderación institucional, representa una síntesis entre la lucha y el diálogo. “Triunfar en la vida no es ganar, sino levantarse cada vez que uno cae”, solía decir, reflejando su filosofía de vida.
Su partida deja un vacío profundo, no solo en Uruguay sino en toda América Latina, donde su nombre quedará grabado como un símbolo de honestidad y compromiso con los más humildes.